Ser diferente, ser famoso, ser exitoso, ser reconocido, ser el mejor, son sueños y visiones que mueven al SER diseñador, ya sea bajo la bandera de la tendencia, el arte, el negocio, la ayuda social o la sustentabilidad. Al diseñador le mueve un fuerte motor llamado EGO.
La imaginación por su lado, es también un motor. Nos mueve lo que imaginamos, ya sea platillo, mujer, futuro, puesto, travesura, combinación, posición, idea, descanso, café o chiste, la imaginación es el motor de la existencia humana. Los pensamientos de la imaginación tienen diferentes etiquetas, pueden ser tan solo pensamientos o pueden ser intenciones, sueños, fantasías o deseos. Es como una escala en la que los pensamientos se van graduando y el máximo galardón, ese del deseo, es cuando la razón pone el sello de posibilidad a la fantasía, o sea que la razón le dice al pensamiento que sí, que acaba de ver, escuchar o sentir algo allá afuera que hace posible que la fantasía se haga realidad y por ende, puede pasar a la escala de deseo y los deseos nos mueven mucho más que la fantasías las cual siempre se queda en el balcón de lo imposible.
Imaginación, deseo y ego en el diseñador son una combinación explosiva que nos puede llevar al logro de aquello que normalmente llamamos "éxito" y la razón es lo que supuestamente debira de darnos cierto nivel de prudencia. El problema es que muchas veces la razón de los diseñadores, aquella que debiera de hacernos poner los pies en la tierra, se emociona tanto con lo que la imaginación le cuenta, que se pone a volar igual y cuando eso sucede, cuidado socios, parejas y clientes porque lo más probable es que nos los llevemos entre las patas. Desde mi perspectiva esta es la causa por la cual a los diseñadores nos cuesta tanto ser empresarios. Nuestra razón, esa que da cautela al negocio, se embriaga de imaginación y nos vamos así, engañados por la misma en la búsqueda de nuestros sueños, hasta que de pronto ya, se acabaron recursos, sueldos, ahorros, préstamos y nos envuelven deudas y compromisos.
Una de las razones por las que en el 2001 vendí mi empresa fue precisamente porque descubrí que no era capaz de mantener una tensión entre mi razón y mi imaginación. Vender la empresa resolvió la situación, pero no me resolvió el problema que mi razón tenía en su adicción a la imaginación. Después de mucha reflexión y conversación entre ellas, resolvieron que dada su relación destructiva, no podrían vivir más juntas y hoy en mi mente solo puede vivir una. Duraron mucho de casadas y tuvieron, como todo matrimonio, buenas y malas experiencias y quiérase que no, me criaron y trajeron hasta donde estoy ahora después de más de veinte años juntas trabajando en diseño.
El acuerdo de separación es muy simple. Mi mente solo atiende a una a la vez, y no deja que estén juntas. Razón e imaginación entran encontrándose de pasadita y su estancia esta precisamente condicionada a la circunstancia en la que me encuentro y al papel que juega la persona con la que comparto la conversación de mis proyectos; cuando la imaginación reina en el espacio, la razón vive en mi mente y cuando la razón domina, mi imaginación se crece, ambas se escuchan se cuestionan y se toleran y se regocijan cuando juntas logran el éxito de la innovación con la certeza de la razón.
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