Puede ser una niña dibujando, un adolescente “rockeando” en pleno requinto, una mujer cocinando, un hombre esculpiendo o un anciano encendiendo el carbón para unos “rib-eyes”… el caso es que todos ellos pueden recibir al final del acto, la satisfacción de su creación. Este sentimiento es el sentimiento del flujo, que Mihaly Csikszentmihalyi definió en su libro, “Fluir, una psicología para la felicidad” y que yo encontré fascinante porque me permitió aclarar la razón de mi búsqueda constante de retos.
El flujo es ese andar como un equilibrista sobre la cuerda llamada vida en la que de un lado se encuentra el tedio y del otro la frustración. La diferencia de caer a un lado o al otro, radica en el tamaño del reto al que nos enfrentamos. Si el reto es inferior o similar a nuestra habilidad, estaremos cayendo en el tedio y en lo aburrido, y si es superior, fluiremos dominándolo o caeremos en frustración al no lograrlo en una primera instancia. Mihaly (no pienso estar escribiendo el apellido cada vez que lo cite) establece dos categorías para los retos: el autotélico, que es el reto que surge bajo la imposición personal de crear algo que nadie te está solicitando, por la mera inquietud o intención de concebir algo y, el exotélico, el cual es el reto cuya meta es establecida desde el exterior. Estar dotado de la capacidad autotélica es una fortuna, pues nos permite vivir en flujo y dado que el fluir es crecimiento, pues uno crece constantemente. El ejemplo de la persona autotelica es el emprendedor o artista y un diseñador consultor, que diseña para otros es un perfil exotelico pues el reto es asignado por el cliente. La parte interesante de esto, sin importar si el reto es auto o exotélico, es que al fluir sentimos por un momento la maravillosa sensación de realizarnos desde el punto de vista de nuestra existencia y por ende, eso creado que nos hizo sentir tan bien, no puede ser más que algo bueno por la simple y sencilla razón que nos hizo sentirnos felices.
Una distinción es aquello que nos permite distinguir y por ende, ver algo que antes no veíamos. La distinción del Flujo que entrego en este post es importante porque nos permite separar esa sensación de felicidad, que nuestro cliente no vivió y por ende no comprende, del resultado estricto de nuestro trabajo. Frecuentemente cuando llegamos con eso que nos trajo tanta felicidad y después de tanto esfuerzo, lo mínimo que esperamos es ser reconocidos bajo el juicio de “es correcto” y cuando no sucede así, hay desilusión y enojo. Sentirse bien por haber disfrutado la creación es disfrutable pero, no tiene ninguna relación con haber hecho algo correcto o que sea bueno para nuestro cliente. Aunque habrá muchos casos en que coincida felicidad y certeza, habrá otros que no, y es entonces cuando hay que aplicar el postulado de Hegel de “nos hace avanzar lo que nos desmiente”, que esta al principio de este Bolg. Hay que separar la experiencia vivida del resultado obtenido y desde ahí escuchar con atención “el desmentir” que nos hará encontrar simultáneamente lo que el cliente “amará porque le hace falta” y lo que nos realizará por haber sido una creación extraordinaria que logramos al superar un reto visiblemente superior a nuestra habilidad existente. En teoría, al lograrlo nuestra habilidad aumenta y es entonces necesario buscar nuevos retos que nos metan en flujo de nuevo.
Para mí, lo confieso, el flujo es una adicción.
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