La virtud es una palabra que no me encuentro muy seguido. Tal vez en los medios de información cuando hablan de los virtuosos pianistas, tenores o toreros… de hecho, nunca he imaginado a un diseñador bajo el termino de la virtuosidad, normalmente el termino yo lo ubicaba más cerca del fenómeno que de la persona certera, hasta que leí en el libro de “La aventura del pensamiento” de Fernando Sabater, un fragmento sobre la virtuosidad según Aristóteles y desde entonces, la frase la aplico en muchas situaciones que requieren la virtud del equilibrio.
La vida es un constante ejercicio de evaluación de personas, días, rutas, sabores, rastrillos, pasiones, sensaciones, transparencias, olores, amistades, cinturas y miles de cosas más que terminan por definir si nos va bien o nos va mal. El diseño por su cuenta, más que la excepción al juicio y la evaluación, es el ejemplo. Somos una profesión sometida a la evaluación y al juicio constante, y es el resultado de este juicio, el que al final de cuentas determina si tenemos un diseño bueno o malo. La subjetividad es el otro factor característico del diseño. Si bien la función, el uso y la manufactura pueden ser hasta cierto punto evaluados, no lo es así el aspecto de la estética o la forma. Este aspecto siempre tendrá un término subjetivo ya sea desde la concepción del diseñador o de la apreciación del cliente, o sea subjetividad al cuadrado.
Hacer lo correcto cuando hablamos del diseño basado en la expresión personal, como ya lo he mencionado con anterioridad, no es tan complejo. A fin de cuentas, depende de mi apreciación y de mi subjetividad. Sin embrago, como lo he comentado en otros “posts”, es el tema del cliente el más delicado. Podemos suponer que el cliente nos contrata para hacer “algo diferente”, y si no lo hacemos y entregamos un diseño “convencional”, se desilusiona. Pero si hacemos algo que va mucho “más allá” se asusta. Entonces el reto es hacer más que lo suficiente pero sin irse demasiado lejos, y la pregunta es, ¿Qué tanto es mas allá? O ¿Cuánto es más que lo suficiente? sobre todo porque muchas veces, por no decir la mayoría, ni el mismo cliente lo sabe. El conoce lo que tiene, lo que funciona y raramente sabe que tan más allá está dispuesto a ir, porque siempre habrá un miedo contándole historias raras sobre la posibilidad de equivocarse.
El primer punto importante, es que ese “más allá” esta en el lado derecho del cerebro, el de la pasión y el sueño y no en el izquierdo y racional. Una primera condición para exceder los límites, es tener al corazón y a la pasión como tus aliados y para aliarlos son necesarias las historias. El corazón ama las historias, así, como de telenovela. El corazón, siente, oye, imagina, es cursi y le encanta oír historias y para eso somos buenos los diseñadores, con esto de la “conceptualización” sabemos imaginar historias, solo queda contarlas correctamente, pero ese sería otro “post”. Normalmente las historias que más gustan a los corazones son aquellas que los incluyen, que los proyectan y que les permiten ver un yo mejor y diferente. Hay que contar la historia conectando al objeto con una imagen mejorada del cliente y por supuesto de su corazón. Y no tiene que ser solo en el aspecto económico, también en el ser mejor, ser diferente, ser innovador, trascendente, culto, querido, observado, … eso también funciona. Si bien la historia despierta al corazón del cliente con un futuro diferente y mejor, el cerebro izquierdo, el de la razón no se distrae. El está pendiente cuidando, viendo al otro soñar y esperando el menor pretexto para despertarlo de su fantasía. Es aquí donde viene la estrategia del la virtuosidad.
Aristóteles dice: “es tan malo ir demasiado lejos como no hacer lo suficiente” y luego dice, “la virtuosidad está en el justo medio entre el exceso y el defecto”. Yo interpreto el “no hacer lo suficiente” como el “hacer lo que el cliente espera que hagas” y el “ir demasiado lejos” como el hacer lo que nunca en su vida podría imaginarse. Es común dentro del proceso de diseño presentar varias propuestas. Unos dicen que solo una, otros que dos y otros las mas que se pueda. Yo, depende mucho del cliente y la situación, pero después de contar la historia, por lo general presento tres y estas se estructuran de la siguiente manera:
1.-La propuesta “suficiente”.
Es por lo general la propuesta de lo que el cliente espera, la que es “suficiente” para él. Esta es la propuesta tradicional o prudente que lo atiende y no lo incomoda. Es la propuesta que haría cualquier diseñador normal, responsable y en su sano juicio. Esta propuesta justifica la historia contada y el cliente reacciona a ella de la misma manera que un niño encuentra un juguete después de haber soñado con las imágenes de la caja. Hay novedad, pero con cierta desilusión fundada básicamente en las expectativas que la historia le genero. Con esta propuesta, tu cliente está satisfecho y digamos que contento, pero no emocionado.
2.- La propuesta “virtuosa”.
Esta es la propuesta que lo lleva más allá de lo normal atendiendo el sueño engendrado por la historia pero que le implica un cierto nivel de reto e incertidumbre que es capaz de sortear con la emoción de su cerebro izquierdo y la prudencia de su cerebro derecho. Es la propuesta justa, la que va mas allá de lo suficiente y más acá de lo exagerado, es el equilibrio entre la ausencia y el defecto, es la innovación que cuando la ven se dice, “como es que nadie había pensado en esto si se ve tan lógico”.
3.- La propuesta “más allá”.
Esta propuesta es una propuesta in imaginable para él y aunque bien fundada, hasta cierto punto absurda. Es la propuesta de la sonrisa sarcástica que empuja un “ahora si te la jalaste” combinando el comentario con miradas en busca de cómplices que le ayuden a reiterar su juicio construido por un eminente miedo a ser demasiado diferente y caer en el rechazo. Esta propuesta es la que te justifica como un loco, juicio del cual hasta cierto punto te enorgulleces por tener la capacidad de concebir y presentar semejante idea y además porque es sabido que decirle a un diseñador que está loco es hasta cierto punto un halago.
Una vez concebidas las tres propuestas, la estrategia es así:
Primero se muestra la propuesta “suficiente”. Esta, desilusiona al corazón, emocionado por la historia, pero tranquiliza a la razón. Vamos, es aparentemente la propuesta correcta que le permitirá seguir funcionando y ganando, pero lo que hace realmente, es dar un piso de seguridad. El cliente al verla sabe que su problema está resuelto y que su dinero fue aprovechado, el está tranquilo y su mente puede poner atención a lo que sigue. Viene entonces la propuesta “virtuosa” la cual despierta más al corazón y lo hace volar, pero la razón no está convencida porque la propuesta suficiente es justa y segura. El ve el valor de la propuesta pero se debate entre el riesgo de ser diferente y la seguridad de un resultado garantizado. En esta etapa el cliente entra en un ligero conflicto, quiere pero no sabe y es aquí donde entra en discusión con el resto del equipo hasta que los interrumpes para decir, “señores, no hemos terminado”. Sacas la propuesta “más allá” y explicas la idea, solo así, de lo más normal. Entonces sueño y razón se paralizan. Todo el mundo calla y hay un silencio sepulcral. Es algo que asusta, es ilogico. Surgen preguntas y tú, sustentas tu propuesta como de lo más normal. Puede ser que en este punto surja risa, sarcasmo o burla, el caso es que la propuesta abre una perspectiva no imaginada de posibilidades absurdas.
Lo que en mi experiencia pasa es lo siguiente: La propuesta uno, da la seguridad, la propuesta dos expande las posibilidades y la propuesta tres, eleva el estándar de comparación, evaluación y juicio. El cliente al ver el nivel al que se podría llevar la solución en la propuesta tres, se retrae y encuentra, después de la propuesta tres, mayor seguridad en lo que antes le daba miedo. Vuele a la propuesta dos, “la virtuosa” para ahora hacer ceder la razón para pactar con el corazón. El miedo toma un nivel aceptable y la ambición cobra una escala coherente. La propuesta “virtuosa” es la seleccionada, dejando a la “suficiente” tan solo como la razón de la transición y la seguridad y a la “más allá” como el elemento de comparación para sentirse más seguro.
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