¿Y ahora, qué hago? Es una pregunta que me ha abordado desde aquella primera visita como estudiante de diseño a las oficinas corporativas de Osram en 1989 cuando les vendí una serie de servicios de diseño que en realidad, nunca había hecho profesionalmente. También recuerdo haber tenido el mismo sentimiento al final de la entrevista con la Dr. Irma de La Torre, rectora del ITESM Campus Querétaro, cuando le ofrecí que, si me contrataba, en menos de cinco años seriamos reconocidos como una de las mejores escuelas de diseño de en México. Recuerdo también en repetidas ocasiones haber regresado a La jabonera, mi estudio de diseño, con presupuesto firmado, “brief” de diseño lleno y anticipo de proyecto, sin saber realmente que es lo que acababa de vender.
La paradoja del logro se le llama. Y consiste precisamente en romper el círculo vicioso entre la experiencia y la oportunidad; “no me contratan porque no tengo experiencia y no tengo experiencia porque no me contratan”. Y si bien se cree que se da solo a la salida de la escuela, yo me la he topado cada vez que quiero avanzar a una nueva plataforma o a un nuevo puesto en mi carrera profesional. Romper esta paradoja requiere de mucha sutileza pues se construyen verdades, que tal vez no lo son, pero tampoco son mentiras. Se dice yo puedo sin decirlo realmente y se construyen imágenes en base a supuestos que tu sabes que lo son, y tu cliente o empleador, no tanto. En fin, esa es la naturaleza del crecimiento profesional y en nuestra peculiar perspectiva de diseñadores, cobra relevante importancia en primera, porque normalmente vendemos cosas que no existen y en segunda somos soñadores profesionales.
Es el sutil equilibrio entre la realidad y el deseo, lo que quiero interpretar en la frase de Seneca que expongo en este “post”. Por un lado están las oportunidades que te llegan ante la necesidad de trabajar, ya sea desde la perspectiva económica o simplemente por atención y cumplimiento al modelo social que espera sin más ni más, que trabajes. Y por el otro lado está eso que uno desea, que ha estado soñando hacer y que tristemente no se alinea, en la mayoría de las circunstancias, con las oportunidades que te llegan. Este aparente desequilibrio entre lo que me llega y lo que deseo es, al igual que la paradoja del logro, una circunstancia que aparentemente se va encontrando en el resto de la vida profesional.
Cuando Seneca dice, “aceptando lo innecesario y negando lo posible” estamos en la paradoja de tomar esa oportunidad que me llego y que no me satisface y el argumento de; “lo tengo que tomar porque es la única oportunidad que tengo y además, está muy difícil que llegue a poder hacer lo que deseo”, y es así como entramos a un mundo que aparentemente no era lo que de una primera instancia se deseaba. La segunda parte, “negando lo necesario y anhelando lo imposible” es el rechazo de una oportunidad porque “no es lo que quieres” y al seleccionarla estará limitando o alejando las probabilidades de que llegue ese sueño que parece imposible de cumplir. En ambos casos, como Seneca lo dice, quedamos extraviados en la resignación de no haber podido “hacer lo que quisimos”, “ejercer nuestra profesión” o “cumplir nuestros sueños”.
Pero la frase de Seneca tiene sus trampas, y la manera en la que yo la expongo también. La verdad es que yo a veces caigo en ella (la trampa) y en mis años de académico vi como muchos colegas y estudiantes en el momento de la graduación, también caían en ella. La trampa se genera por las atribuciones que damos a la realidad (próximo post) y estas atribuciones, al ser cambiadas, cambian la realidad. En los siguientes puntos enumero las atribuciones que considero deben ser cambiadas para poder librar la paradoja de la circunstancia en la decisión de seguir nuestros sueños y aprovechar las oportunidades:
1.- Nunca dejes de hacer algo por esperar. Siempre espera haciendo.
2.- Una decisión, nunca es para toda la vida, aunque así se crea. Y más vale que lo sepas porque si no, el destino se encargará de hacértelo notar de una manera más dolorosa.
3.- Nunca juzgues lo que no conoces y cuando así lo hagas es porque algo estás temiendo. En realidad cualquier oportunidad puede ser tan interesante como tú la construyas. Es el miedo lo que muchas veces te hace rechazar.
4.-Tu capacidad de soñar e imaginar no se verá mermada por el trabajo que hagas, para eso está la noche, “para soñar”.
5.- Cambia siempre que puedas las “o” por las “y” y eso te permitirá vivir la oportunidad al tiempo que se cimenta el sueño.
6.- Lo grave no es extraviarse, lo grave es no tener la disposición para extraviarse. No hay nuevos caminos si no hay disposición para el extravío.
Y si con todo y todo te crees extraviado porque no ves los caminos, es probable que sea porque eres tu el que los está construyendo, así que no pierdas de vista el objetivo y un día te sorprenderás cuando al mirar atrás descubras que hay más gente siguiendo tu camino y que tu sueño, está muy cerca. Si no te gusta el sueño encontrado, déjalo pasar y ve por el que sigue.
Para terminar yo diría que la frase de Seneca quedaría perfecta y sin trampas diciendo:
“Hay que estar dispuesto a extraviarse aceptando lo necesario y anhelando lo imposible”Post con especial dedicación a los que fueron mis alumnos y que se graduán la próxima semana. ¡Suerte!
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