En estos últimos meses del 2012 tuve la fortuna de presentarme
en varios foros hablando sobre innovación en representación de la empresa donde
trabajo. Lo rico de esta experiencia es que las audiencias no eran, como de
costumbre, diseñadores, lo que lo volvía un reto interesante, pues gran parte
del contenido que presento, como en mi blog, esta enfocado en temas mas de diseño
y de arte que del ámbito empresarial, o sea cosas como emociones, sentimientos,
pasión, creencia, amor y fe y todo eso que, como lo he mencionado en otros
textos, son muy importantes para el ejercicio actual de cualquier profesión que
pretenda innovar, pero inciertos y difícilmente medibles. En una de estas
pláticas en una universidad en la Ciudad de México hubo un estudiante que me
preguntaba si realmente hubiera sido necesario obtener mi título profesional
para ejercer y si consideraba yo que la escuela donde él estudiaba era una
buena escuela. Por supuesto que la intención de sus preguntas era buscar una
justificación para atender sus inquietudes personales y de cuya decisión el no
quería ser responsable y a lo que yo respondí “si no crees que te sirva tu
título, no te gradúes y si no crees que la escuela es buena, cámbiate de
escuela, pero no seré yo quien asuma la responsabilidad de tus decisiones”. Por
otro lado, hace un par de semanas tuve una clase especial de yoga en el campo y
me encontraba en mi práctica cuando la instructora lanzo una frase en medio de
aquellas que van dictando la pauta para el movimiento. La frase me llego como
cañonazo porque no la esperaba y por el impacto de la misma. Ella dijo; “si hoy
tu tuvieras el valor ¿que harías?”.
En esta época de deseos, promesas, sueños y propósitos, no
voy a hablar de diseño, ni llegaré a conclusión alguna. Hoy solo quiero dejar
el post así, como una reflexión a la vida y a la felicidad y, como regalo, transcribiré
este pequeño texto de Sartre que está en un libro de Fernando Savater, “La
aventura de pensar”. Este pequeño texto lo considero prudente para la época y
dice así;
“El ser humano está
inventándose permanentemente, está creándose determinado por sus sucesivas
elecciones. Hay algo sin embrago que Sartre llama La mala conciencia, y que es esa situación en que la conciencia se
presenta como un objeto más ante el mundo y trata de evadirse de la
responsabilidad de elegirse en cada momento. Hay mala conciencia cuando yo
analizo mis elecciones como si no fuesen decididas por mí, como si fuesen
consecuencias necesarias de una serie de circunstancias, como si yo no fuese
libre, como si fuese gobernado (como un objeto) por la necesidad. El agua de
una olla no es libre de hervir o no cuando esta sobre el fuego, pero un hombre
puede actuar libremente, no importa en que situación se encuentre. El esclavo
puede elegir no obedecer, aunque eso signifique ser ejecutado y si obedece es
porque prefiere vivir, aunque sea como esclavo, antes de morir. Y ahí hay una
elección. La mala conciencia consiste, pues, en no hacerse cargo de las propias
elecciones y actuar como si uno estuviese eligiendo nada. Digo que no puedo hacer esto o aquello cuando en
verdad debería decir no elijo hacerlo.”
Ser feliz es algo tan simple como complejo de lograr y es
algo que todos deseamos. Tú, si tuvieras el valor en 2013, ¿qué harías?