miércoles, 12 de junio de 2013

“A lo único que tenemos que temer es al temor” Alan De Bottom.



Durante años he pregonado al diseño como una profesión similar a la de James Bond quién con su licencia para matar tiene permiso para todo y de todo ya sea con sus pistolitas, sus Astons Martins y sus mujeres fatales y, aunque nosotros no matamos, si se tiene por sentado que ser diseñador implica tener la libertad para cuestionar lo que nunca se cuestiona y con eso, romper las reglas.

Aunque se tenga licencia, andar así por la vida rompiendo las reglas y cuestionando lo incuestionable no es tan fácil como parece, pues son precisamente las reglas las que nos dan la pauta de los comportamientos y ya sean países, peseros, familia, albercas, ciudades, escuelas, baños o empresas, es entendiendo las reglas como uno determina el comportamiento “correcto” para la aceptación en la tribu y normalmente es cuando uno no las atiende que los problemas y los conflictos surgen y aunque aparentemente las reglas nos limitan, es precisamente dentro de su contexto que encontramos la tranquilidad y lo que a veces parece la paz y la felicidad que algunos andan buscando.

Romper una regla implica una afectación y esta debe de romperse cuando el beneficio esperado para todos es evidente, o cuando en el rompimiento se tiene claro que es la misma regla la que afecta. Romper reglas es quitarle los cimientos a los principios y desnudar a las creencias y eso, a la gente no le gusta, pero la parte que mas angustia es la relación de la regla y el futuro,  pues las reglas son una manera de prever lo que va a pasar y eso a los humanos nos encanta. Romper las reglas es poner al futuro en entredicho, o sea, no saber que es lo que va a pasar y eso a los diseñadores nos encanta, y mas cuando pasa lo que creíamos que iba a pasar y que nunca había pasado. Para un diseñador romper una regla es el primer paso para cambiarlas. No se pueden cambiar reglas que no han sido rotas. Es como si literalmente las rompiéramos para que ya no sirvan y poder así llegar y decir que como ya no sirven las rotas, podemos usar las nuevas.

Cuando hablo de romper reglas, no se trata así de andar de libertino. Esta licencia es una cuestión de libertad pero no de libertinaje y en el rompimiento de las reglas uno debe de hacerse cargo de la gente afectada con una especie de sutileza que mezcla humildad con dignidad e ingenuidad con astucia y el manejo de esta habilidad es directamente proporcional a la dimensión de tu éxito.

Hablando específicamente de la estrategia, la manera mas efectiva de mezclar humildad con dignidad e ingenuidad con astucia es nada menos que la ignorancia y esta a su vez puede venir en dos presentaciones. La ignorancia fingida, o sea, me hago como que no se para dotar de poder a las personas pero sin caer en la hipocresía y la ignorancia autentica, que es la que te sirve para hacer las cosas que nunca harías si tuvieras el conocimiento real de en que te estas metiendo.

 La primera, la ignorancia fingida, no es del todo así, pero si sirve para que aprendas mas de lo que ya sabes pues la gente siempre tendrá mayor disposición con aquel que sabe menos que él que con el que llega tratando de evidenciar que su conocimiento es superior. Entonces cuando llegas así, haciendo gala de tu ignorancia y te pones a hacer tus preguntas estúpidas (que son la única manera de cuestionar lo incuestionable), pues en realidad estas dando al cuestionado un sentimiento de superioridad pero al mismo tiempo lo tienes con todas sus guardias abajo y listo para que tu cuestionamiento le haga dudar si realmente las reglas que se están siguiendo agregan valor o ya están listas para romperse. He de decir que los niños y, en especial mis hijos, son expertos en esto…  La otra estrategia del ignorante fingido y que es buenísima para andar saltándote las reglas, sobre todo esas que no vas a cambiar, pero que de alguna manera frenan tus posibilidades o te quitan tiempo, es el típico “disculpa, es que como soy nuevo no los sabía. No volverá a pasar…” Lo malo de esta, es que mas o menos después de un año ya caduca y deja de tener el mismo efecto, pero para ese tiempo es probable que ya hayas logrado comprobar dos cosas; la primera que cuando te brincas las reglas no solo no haces daño, sino que además generas un beneficio latente, entonces la gente como que te empieza a dar por tu lado, o como se dice “se hace de la vista gorda” y la segunda, el hecho de que empieza a volverse una regla que tu licencia para romperlas es valida y por ende, tu por ser diseñador, si tienes el derecho.

El segundo caso, el de ignorancia auténtica, es como una especie de anestesia, y es gracias a ella que no te das cuenta en lo que te estas metiendo, hasta que desarrollas ciertas habilidades y distinciones que te permiten ver lo que esta sucediendo y en ese momento arremeter y arreglar todo y que si de entrada hubieras sabido lo que implicaba, jamás te hubieras atrevido a hacerlo. Esta me ha hecho crecer mucho, pero tiene el riesgo de que si no logras desarrollar dichas habilidades, puedes terminar metido en problemas, cosa que también me ha pasado.

Yo solía sentir temor por romper las reglas,  ser humilde y aparentar ser ignorante. Sin embargo, en mi carrera profesional son actitudes que me han permitido crecer, abrir puertas y lograr lo que he logrado. No hay que temer al cambio, al rompimiento, a la humildad y a la ignorancia. A lo único que hay que temer es al temor que ellas mismas nos generan. 

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