Sueño y frustración vienen juntos y la escuela de la vida
nos tiene bien armado el curso para vivirlas, ya que desde pequeños nos somete
a la experiencia por medio de partidos de futbol, bolas de helado, álbumes de estampitas,
exámenes finales, navidades e invitaciones a fiestas, donde siempre que uno aspiraba
a algo y esto no se cumplía, pues venía la frustración bajo lo forma de
“injusticia” y, tras algunos partidos perdidos o regalos inesperados siempre
nos llegaba el paliativo de la frase, “lo importante es competir”, “esto no
esta tan mal” o “ni valía la pena”, cuando la verdad teníamos bien claro que “eso”
era algo que queríamos.
Los sueños normalmente se cotizan en “pena” y nos dicen que
entre mas pena se sufra, mas vale el sueño. Sueño a costo de pena es la trampa
que nos ponemos y esta trampa no es mas que un sutil juego de poder entre el
destino y uno mismo y cuando éste nos ve así bien enamorados, pues nos empieza
a jugar el juego del miedo y la frustración para cobrarnos la pena hasta
dejarnos bien paralizados o hasta hacernos claudicar por temor a sufrir el
fracaso. Entre mas me hago responsable de mi sueño, mas énfasis le pongo y mas
energías gasto para su logro, mas grande considero que es mi pena y mayores son
mis expectativas y por ende mas fuerte es mi miedo y será mi frustración ante
el fracaso.
Ganar en un juego de poder es tener la sensación de que se
tiene el dominio de algo y quien tiene el dominio es quien tiene la voluntad de
elegir ante la otra parte. Por ende un juego de poder se diluye en cuanto perdemos
interés ante esa voluntad, o sea que ya no me importa el amor, o el auto nuevo,
o el ascenso en el trabajo. Siempre que renunciamos a un deseo, renunciamos a
un juego de poder. Cuando asumimos la responsabilidad de nuestro sueño, le
damos al futuro el poder y quedamos a su disposición y esa sensación es la que
nos desgasta, porque quedamos totalmente supeditados a su voluntad.
Nietzsche dice, “estamos mas enamorados del deseo que del
objeto del deseo”, con lo que hace énfasis en el proceso mas que en el logro, en
el soñar mas que en el sueño. En la mayoría de los casos los procesos son mas
ricos que los objetivos y es en ellos donde encontramos la verdadera
satisfacción. Si hacemos conciencia de esto, podemos encontrar que es tan
importante poner la meta como recorrer el camino, pero mas disfrutable puede
ser el camino que la meta en si. O sea que si “llegar a ser alguien” es nuestro
objetivo, lo que mas disfruto es “estar llegando” y puedo restar importancia al
ser para enfatizar el estar, podemos restar poder al destino y por ende reducir
el miedo a la frustración, al error y con eso, disfrutar a la vez mas el camino
o en su caso no sufrir por el incumplimiento del logro.
En resumen, para enfrentar al sueño, tenemos que asumir la
responsabilidad del mismo, y entregarnos en la totalidad al deseo de su logro y
su realización, pero, como dice Lipovetsky, tenemos que crear en paralelo un
mismo sentimiento de total irresponsabilidad y desapego ante el mismo, o sea,
que el sueño es realmente lo que mas me importa en la vida, pero a la vez, si
no se me cumple, pues realmente no hay problema porque lo que importa es el
recorrido. Lo padre es que esta formula funciona con muchas cosas. Ya sea
trabajo, aspiración, amor, sociedad etc. Cada vez que me topo con mi sueño
agarro y le digo al destino; “Esto es la razón mas importante en mi vida y por tenerlo
lo daré todo, pero si tu no quieres dármelo, realmente no importa”, y
normalmente, si me lo da…