De niño los futuros siempre se sienten lejanos y en mi caso,
he de decir, que anhelaba su llegada. No se porque, pero todo el tiempo ya
quería ser grande (tal vez esa pueda ser la única cosa de la que me arrepiento).
Supongo que también era porque parecía que con el ser grande vendría una
especie de posibilidad que en el presente no existía. Creo que el único periodo
de inconsciencia sobre el tema fue cuando era bebe y me duro hasta el kínder o
por ahí de los 7 años, después fue pura persecución del tiempo. En primaria
quería estar en secundaria, en secundaria en preparatoria y luego, ansiaba con
terminar la carrera para montar mi negocio. Lo bonita de esas épocas, tanto de
la infancia como de la juventud, es que el pasado no pesa, solo es algo simple
que se reduce a tirar los juguetes, cambiar de escuela, o a lo mucho, re-encontrar
a alguien después de un par de años. Como que en esa edad, todo se cubre con el
mismo paraguas, el del presente que parece serlo todo y el futuro, que por su
lado, es un enorme paquete que esta ahí esperando, como inalcanzable y casi
infinito. Eso solo dura un rato y es como hasta los 28 o 30, que el tiempo se
acumula y el pasado te empieza a dar tus bofetadas de 5,6 o 10 años de fuerza, con
algún recuerdo que pensabas reciente. Después la cosa se complica mas porque ya
no es un solo pasado, sino son uno sobre otro y otro y otro y así, como olas
que se van acumulando y perdiendo en la distancia a medida que se van comiendo poco
a poco nuestro futuro.
Como todo en esta vida, las cosas se ven diferentes
dependiendo desde donde las mires. En diseño y arquitectura le llamamos
“perspectivas” y cuando queremos mostrar algo de la mejor manera, le tenemos
que encontrar a la perspectiva “el mejor ángulo”. El mismo objeto puede ser
bonito o feo solo con cambiar la perspectiva. Lo mismo pasa con los eventos de la
vida, pero la gran diferencia es que en el diseño solo usamos la mirada y en la
vida, se usan cosas diferentes. El pasado se mira desde el recuerdo, la memoria
y la interpretación, que viene a ser precisamente la perspectiva. El presente
se siente, con todo, con los sentidos, con el cuerpo, con la mente, con los
poros. Al presente te le entregas sinestésicamente y este es fácil, porque
aunque se le pueden dar muchas perspectivas, a fin de cuentas o se siente bien
o se siente mal y punto, sin tanta reflexión. Finalmente el futuro, ese se crea,
se piensa y se imagina. La cosa se complica porque uno se relaciona con otro y
el otro con el que sigue y el ultimo con el primero y si no se manejan bien los
ángulos, pues las malas perspectivas se pueden quedar para toda la vida,
echándose tu pasado, afectando tu presente y mermando tu futuro. El secreto
esta creo, en siempre sentir que el presente esta bien y ya con eso, la memoria
queda gravada y el pasado queda en una buena perspectiva. Un presente que se
siente mal, es un pasado que esta siendo dibujado en una mala perspectiva,
desde un mal ángulo. Siempre hay que corregir el ángulo en el presente, sino, el
pasado nos quedará mal.
Yo esto de los tiempos lo imagino así. Uno en la vida
esta parado en un arco, de esos que les llaman de punto, que están hechos con unas
piedras rectangulares que hacen las columnas y otras trapezoidales, que son las
que empiezan a generar una curva para venir a cerrar en el punto mas alto, con
la piedra final, la del centro, que es mas grandecita y se llama “piedra
clave”. Antes de pasar el arco esta el pasado y después de pasarlo el futuro y
cada piedra de tu arco es cada uno de los elemento que constituye tu ser y tu
presente. Las piedras se elaboran con tiempo y además, y gracias a ellas,
puedes delimitar y marcar donde inicia la visión hacia el futuro. Las piedras
cuadradas son estables, y ahí siempre estarán, pues son todas esas
declaraciones que obtenemos y que nos constituyen como son; las actas de
nacimiento, las nacionalidades, los certificados de estudios, las escrituras de
las casas, los libros escritos, las lenguas aprendidas y los premios ganados.
Las piedras trapezoidales por su lado, es todo eso que se esta moviendo y que
vienen a tener una conexión mucho mas directa con lo humano y con el tiempo.
Digamos el trabajo, las relaciones, la familia, las amistades, la salud y así. Además
hay una argamasa que une las piedras, que no la notamos hasta que nos faltan y
que son esenciales para nuestro presente y esas son los calentadores del agua,
la conexión de internet, el celular, el auto, la luz, la ropa, los seguros y
así. Por el arco pasa el tiempo y aunque algunas personas le intentan poner una
puerta, finalmente la puerta siempre se vence. El pasar del tiempo pone, quita
y desgasta piedras, cada piedra tiene su historia, y no solo te constituye como
un ser en el presente, sino que describe tu pasado y te ayuda a proyectar tu
devenir hacia el futuro. Hay piedras que se pueden cambiar y hay otras que se
les pueden poner mas piedras encima, pero lo verdaderamente importante es entender
que la piedra que detiene todo es la piedra clave y a esa, hay que ponerle
mucha atención porque si por algo desaparece zaz!! todo tu arco se cae y aunque
pareciera que ahí las piedras siguen, a veces algunas se rompen, desaparecen o se
pierden en añicos. Es importante saber cual es tu piedra clave, porque no para
todas las personas es la misma. Hay quien la tiene en forma de ahorro o de
pareja o de mascota. Hay quienes le dan forma de PhD, de posteos en Facebook o
de su mismo pasado, que es cuando lo mas importante que tienes es haber sido
quien fuiste, como le pasa a Pelé.
La analogía también me gusta, porque tiene otras cosas
interesantes. Por ejemplo, cuando solo vives volteando hacia el pasado y los
futuros te sorprenden como si fueran eventos aislados del azar o de la suerte. O
no sabes cual es tu piedra clave, o si, pero no sabes de que esta hecha, no
tienes el poder de controlarla o no sabes que es posible que esa piedra no
aguante la presión a la que la estas sometiendo. Y así, cada quien le puede
poner historias a la analogía, a sus piedras y a su arco. Yo por ejemplo, a
veces lo dinamito. Hacer eso al principio asusta, porque el resultado es vivir
en un espacio sin arco, donde no es tangible nada de lo que te constituye y claro,
con eso el presente y el pasado se diluyen con el futuro sin una clara distinción
del momento exacto entre el antes y el después. Esta situación puede ser bastante
angustiante porque pareciera que uno se quedo solo con su piedra clave y se
perdieron todas las demás y esto es igual que vivir o sentir una especie
de exclusión o quedar temporalmente “homeless”
y sin futuro claro. Pero si algo he aprendido cada vez que dinamito el arco, es
que esa sensación es temporal y por nuestra misma naturaleza humana mas
temprano que tarde, siempre se vuelve a construir. Aunque en verdad, lo que
importa no es tanto tener el arco construido, sino tener la capacidad de
construirlo uno y otra vez con una buena piedra clave, una mirada al futuro, un
saco de imaginación y claro algo valor y mucha paciencia.
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